La gente y el miedo.
En cada salida aprovecho a hacer varias cosas.
Hoy paso por la inmobiliaria y con una flor hablamos sobre la gente y el miedo.
Sigo para el súper y cuando estoy saliendo una señora con guantes, lentes y dos barbijos me pide que llame a un/a empleado/a.
Quiere comprar un yogurt de frutilla, pero desde la puerta. Me dice: "Yo no quiero entrar, tengo miedo".
Le pido al empleado que se asome, él me pregunta a mí por qué la señora no entra. Le digo que la mire, que tiene miedo. Me dice: "Voy a preguntar si puedo venderle en la puerta. Tengo miedo de que me reten."
Le agarro el yogurt a la señora, le agarro el billete, le pago al pibe, le doy el cambio, salgo.
Doblo en la esquina y una nonagésima señora diminuta y jorobada arrasta un chango lleno que la triplica en peso. '¿La ayudo?" le digo. Sus ojos celestes se abren grandes, tiene miedo. Lo siento en el cuerpo.
Extiendo las manos con las palmas hacia arriba instintivamente, le muestro que vivo en la esquina y le juro que no le robaré nada.
Quizá no me cree, me mira de arriba a abajo, pero el peso es tan imposible que me da todo, incluso su cartera.
Llegamos a la esquina y me dice con voz firme: "Hasta acá". Intento explicarle que puedo acompañarla más, pero no accede.
La entiendo. La observo perderse en la esquina mirando de reojo cada tanto cómo entro a mi casa.
¡Quizá la próxima me deje acompañarla un poco más!